viernes, 28 de diciembre de 2007

La Esperanza en la "vida eterna"


Ahora que venía caminando hacia mi casa, rezando (junto con la versión cantada de la Coronilla de la Divina Misericordia), estaba reflexionando sobre un tema que leí y reflexiona el Santo Padre Benedicto XVI en su encíclica "Spe Salvi". ¿Qué es la "vida? ¿Después de esta vida a que vamos? ¿Qué es lo que ganamos después de largos años de vida mortal? ¿Sirve de algo vivir en esta vida?

La vida que vivimos en la actualidad es un paso a la que viviremos en el paraíso o el infierno -dependiendo de lo que creemos y nuestros actos en la tierra-. Pero en general, la creencia popular es que esta vida hay que "vivirla a concho", es decir, pasarlo bien en fiestas, ser exitosos en la carrera profesional, tener amistades, etc.. esto expresado en palabras de San Agustín, que en el fondo queremos sólo una cosa, la "vida bienaventurada", la vida que simplemente es vida, simplemente "felicidad". A fin de cuentas, en la oración no pedimos otra cosa. No nos encaminamos hacia nada más, se trata sólo de esto. Osea son esperanzas débiles, porque cuando tenemos lo que queremos no sabemos que hacer después, un caso histórico es el marxismo que desean la revolución del proletariado, pero Marx no dejó claro que se haría después. Entonces, como cristianos que somos tenemos que tener -como dice el Papa- una esperanza de más allá que no sea tan fácil conseguirla, esto es la esperanza en Dios. Esperanza que llegaremos al paraíso, por eso lo que hay que hacer es no acumular riquezas terrenales, sino "riquezas" celestiales.

Imagenensé al Reino de Dios como una ciudad actual, o mejor dicho, una medieval donde vez la majestuosidad del palacio de Dios, la cual nunca terminaremos de asombrarnos junto con su presencia, y que nosotros somos lo que somos ahora, pero con la diferencia que el que sólo acumulo riquezas en la tierra, es decir, dinero, casas lujosas, etc. pero nunca hizo lo mismo con la riqueza celestial, que sería yendo a la Santa Misa, haciendo Oración, amando al prójimo, amando a Cristo, y a su Santísima Madre, va a ser un alma pobre y que no va a "vivir" en el paraíso sino que estará en el Purgatorio o en el Infierno. En cambio, el que hizo lo contrario, va a tener gran riqueza en el Cielo, y la mayor riqueza que llegó a obtener es: estar frente a Dios, a su Hijo y a la Santísima Virgen María, cantando y adorándolo por la eternidad. Es así como yo me imaginó el Cielo, pero no lo sabemos o no lo sabremos hasta llegar a ese momento, como dice el Papa: esta "realidad" desconocida [haciendo referencia al Cielo o Paraíso] es la verdadera "esperanza" que nos empuja y, al mismo tiempo, su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones, así como también de todos los impulsos positivos o destructivos hacia el mundo auténtico y el auténtico hombre. La expresión "vida eterna" trata de dar un nombre a esta desconocida realidad conocida. Hijo, La (Párrafo 12) Es esta "esperanza" la que motiva al cristiano a servir a Dios, para llegar a las puertas del Cielo, en el Tribunal Celestial con Dios y a su derecha su Amadisimo Hijo, la Santísima Virgen (como abogada nuestra, y más aún si era muy devoto de ella) y a los Santos, al centro se encuentra el alma del difunto que rinde cuenta sobre su vida para saber si se queda en el Cielo, en el Purgatorio o es condenado al Infierno por toda la eternidad. Nosotros como cristianos tenemos que llevar una vida de oración, de ir a la Santa Misa y cumplir los mandamientos de Dios y de su Iglesia para poder ser salvados y también ser muy devotos de María para que interceda y sea nuestra abogada en aquel juicio y así poder ser salvados, como también de algún Santo o Ángel.

A continuación dejare las razones para ir a la Santa Misa. Esto gracias a la página devociones.com.

12 MOTIVOS DE OÍR DEVOTAMENTE LA SANTA MISA.

1) En la hora le tu muerte, las misas oídas serán tu mayor consuelo.

2) Cada misa oída con devoción será una prenda segura de perdón en la hora del juicio.

3) Por cada misa oída puedes disminuir el castigo temporal merecido por tus pecados.

4) Al asistir devotamente la santa Misa rindes al Sagrado Corazón de Jesús, el más grande homenaje posible.

5) Por la santa Misa, nuestro Señor Jesucristo satisface por tus muchas negligencias y omisiones.

6) Te perdona todos los pecados veniales que buscas de evitar. Se disminuye el poder del demonio sobre ti.

7) Por medio de la santa misa puedes ayudar y salvar muchas almas del purgatorio.

8) Una sola misa que oyes con devoción durante toda tu vida mortal será de mayor provecho que muchas otras ofrecidas después de fu muerte.

9) De muchos peligros y desgracias te preserva Dios a causa de la santa Misa que oyes con devoción. Además se acortan los días del purgatorio.

10) Durante la santa Misa, el altar está rodeado de multitud de ángeles que asisten con suma atención al Santo Sacrificio.

11) Dios te bendice en tus empresas temporales.

12) Si, al oír la santa Misa con devoción, ofreciéndola a Dios Omnipotente en honor de algún Santo o Ángel, agradeciendo al Señor por los favores concedidos a él, honras al Ángel o Santo, y de este modo te haces acreedor a la especial protección de aquel Ángel o Santo.


martes, 25 de diciembre de 2007

Cristo es Señor de la historia

Esta homilia de el Papa Juan Pablo II (Q.E.P.D), habla de los dos amores mios, Cristo y la Historia, mostrando a Jesús como señor de la Historia.
Fuente: multimedios.org



Homilía de S.S. Juan Pablo II en la solemnidad de Santa María Madre de Dios

1 de enero de 1999

1. Christus heri et hodie, principium et finis, alpha et omega... «Cristo ayer y hoy, principio y fin, alta y omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos» (Misal romano, preparación del cirio pascual).

Todos los años, durante la Vigilia pascual, la Iglesia renueva esta solemne aclamación a Cristo, Señor del tiempo. También el último día del año proclamamos esta verdad, en el paso del «ayer» al «hoy»: «ayer», al dar gracias a Dios por la conclusión del año viejo; «hoy» al acoger el año que empieza. Heri et hodie. Celebramos a Cristo que, como dice la Escritura, es «el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8). Él es el Señor de la historia; suyos son los siglos y los milenios.

Al comenzar el año 1999, el último antes del gran jubileo, parece que el misterio de la historia se revela ante nosotros con una profundidad más intensa. Precisamente por eso, la Iglesia ha querido imprimir el signo trinitario de la presencia del Dios vivo sobre el trienio de preparación inmediata para el acontecimiento jubilar.

2. El primer día del nuevo año concluye la Octava de la Navidad del Señor y está dedicado a la santísima Virgen, venerada como Madre de Dios. El evangelio nos recuerda que «guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19). Así sucedió en Belén, en el Gólgota, al pie de la cruz, y el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió al cenáculo.

Y lo mismo sucede también hoy. La Madre de Dios y de los hombres guarda y medita en su corazón todos los problemas de la humanidad, grandes y difíciles. La Alma Redemptoris Mater camina con nosotros y nos guía, con ternura materna, hacia el futuro. Así, ayuda a la humanidad a cruzar todos los «umbrales» de los años, de los siglos y de los milenios, sosteniendo su esperanza en aquel que es el Señor de la historia.

3. Heri et hodie. Ayer y hoy. «Ayer» invita a la retrospección. Cuando dirigimos nuestra mirada a los acontecimientos de este siglo que está a punto de terminar, se presentan ante nuestros ojos las dos guerras mundiales: cementerios, tumbas de caídos, familias destruidas, llanto y desesperación, miseria y sufrimiento. ¿Cómo olvidar los campos de muerte, a los hijos de Israel exterminados cruelmente y a los santos mártires: el padre Maximiliano Kolbe, sor Edith Stein y tantos otros?

Sin embargo, nuestro siglo es también el siglo de la Declaración universal de derechos del hombre, cuyo 50deg. aniversario se celebró recientemente. Teniendo presente precisamente este aniversario, en el tradicional Mensaje para la actual Jornada mundial de la paz, quise recordar que el secreto de la paz verdadera reside en el respeto de los derechos humanos. «El reconocimiento de la dignidad innata de todos los miembros de la familia humana (...) es el fundamento de la libertad, de la justicia y de la paz en el mundo» (n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de diciembre de 1998, p. 6).

El concilio Vaticano II, el concilio que ha preparado a la Iglesia para entrar en el tercer milenio, reafirmó que el mundo, teatro de la historia del género humano, ha sido liberado de la esclavitud del pecado por Cristo crucificado y resucitado, «para que se transforme, según el designio de Dios, y llegue a su consumación» (Gaudium et spes, 2). Es así como los creyentes miran al mundo de nuestros días, a la vez que avanzan gradualmente hacia el umbral del año 2000.

4. El Verbo eterno, al hacerse hombre, entró en el mundo y lo acogió para redimirlo. Por tanto, el mundo no sólo está marcado por la terrible herencia del pecado, es, ante todo, un mundo salvado por Cristo, el Hijo de Dios, crucificado y resucitado. Jesús es el Redentor del mundo, el Señor de la historia. Eius sunt tempera et saecula: suyos son los años y los siglos. Por eso creemos que, al entrar en el tercer milenio junto con Cristo, cooperaremos en la transformación del mundo redimido por él. Mundus creatus, mundus redemptus.

Desgraciadamente, la humanidad cede a la influencia del mal de muchos modos. Sin embargo, impulsada por la gracia, se levanta continuamente, y camina hacia el bien guiada por la fuerza de la redención. Camina hacia Cristo, según el proyecto de Dios Padre.

«Jesucristo es el principio y el fin, el alfa y la omega. Suyo es el tiempo y la eternidad».

Empecemos este año nuevo en su nombre. Que María nos obtenga la gracia de ser fieles discípulos suyos, para que con palabras y obras lo glorifiquemos y honremos por los siglos de los siglos: Ipsi gloria et imperium per universa aeternitatis saecula. Amén.

domingo, 23 de diciembre de 2007

A ti Madre confiamos la vocación de cada hombre


Este mensaje, aunque no lo leí completo, lo encontre muy hermoso y representa lo que busco y amo de la Santisima Virgen María. Aquella madre que dio todo por su hijo y que todavia lo hace. Aquella madre que nos ama mucho y que nosotros la amamos mucho tambien pero no alcanszamos al nivel de su amor y el de su Hijo hacía ella.

Fuente: multimedios.org

Mensaje de S.S. Juan Pablo II en el Acto de Consagración a la Virgen María en la VI Jornada Mundial de la Juventud

Cseztochowa, 15 de agosto de 1991

Sub tuum praesidinm confugimas, Sancta Dei Genetrix...

(«Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios...»).

Nosotros, jóvenes de todo el mundo, venimos a ti, Madre de Cristo y Madre de la Iglesia. Madre de la fe, de la esperanza y del amor. Te traemos toda nuestra juventud.

Venimos a ti, Madre de Dios, Madre de la Vida, Madre del Amor hermoso.

Venimos aquí, donde desde hace siglos los hombres recurren a ti para recibir la libertad; junto a ti, incluso en la esclavitud, se han sentido libres. Hoy, esta casa tuya se ha convertido en la casa de todos nosotros, de los jóvenes de todo el mundo. Cze,stochowa en este momento es la capital de la juventud.

Venimos a ti, que eres nuestra Madre y, mediante tu intercesión, pedimos a Cristo la libertad verdadera, la fe verdadera y los motivos de vida y esperanza. Tú, Madre, conoces nuestros limites, y también todos nuestros sueños, nuestros proyectos para el futuro, y nuestras posibilidades. Haz que sepamos hacer fructuosa la esperanza que está en nosotros (cf. 1 P 3, 15).

Nostras deprecaciones ne despicias in necessitati/Dus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta.

(«No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita»).

Llevamos en nosotros grandes anhelos. Queremos vivir para Cristo. Nos dirigimos a ti, la Maestra más segura por los caminos humanos... Ayúdanos a vencer todas las desesperaciones. Ayúdanos a

ser más fuertes que todo lo que parece asediarnos. Nuestra vida cotidiana es diversa, como diversas son también tus imágenes en nuestros países. Ayúdanos a ser auténticos.

Te confiamos lo que en nosotros está amenazado desde dentro y desde fuera: cúranos de los pecados y de las debilidades, líbranos de la derrota y del error, protégenos del desprecio de la vida y de todo lo que amenaza la salud y la vida.

Defiéndenos de la soledad que no proviene de una elección y que muchos no logran vencer. Haz que no se transforme ¡amos en desesperación.

Te confiamos a los que deben afrontar la desocupación, la falta de casa y el temor ante al futuro.

Ayúdanos a salvar al mundo y a nosotros mismos de la violencia y de las diferentes formas de totalitarismo contemporáneo en el que no tenemos influencia inmediata.

Te confiamos a ti, Madre, a las familias jóvenes y a los que se han entregado exclusivamente al servicio de Dios. A ti, Madre, te confiamos la vocación de cada hombre. Haz que la vida de cada uno, de cada uno de nosotros, dé frutos producidos por el Evangelio.

Queremos rezar contigo por quienes buscan los caminos de tu Hijo, y también por los que no saben y no quieren saber nada acerca de nuestro encuentro. Por los que no conocen ni a Dios ni a Cristo, ni a ti.

Domina costra, Adrocata costra, Mediatrix costra, Consolatrtx costra. Tuo Filio nos reconcilia, taro Filio nos recomendé taro Filio nos repraesenta.

(«Señora nuestra, Abogada nuestra, Mediadora nuestra, Consoladora nuestra. Reconcílianos con tu Hijo, recomiéndanos a tu Hijo, preséntanos a tu Hijo»).

Enséñanos tu fe, tu esperanza y tu amor. Enséñanos a salir al encuentro de tu Hijo. Guíanos hacia él. Que él sea la respuesta a todas nuestras preguntas. Enséñanos a ir al encuentro de los demás hombres, quizá más pobres y más solos que nosotros.

Enséñanos a servir a la vida desde su concepción hasta su muerte natural. Enséñanos a acoger esta vida.

Que nuestros corazones estén abiertos, que estén abiertas las casas y los países. Líbranos del temor, a fin de que no teniendo miedo de los pobres del Evangelio de Jesús -niños, ancianos, enfermos y extranjeros- podamos abrir las puertas al Salvador del mundo y del hombre.

Devuelve el misterio a la vida y a todo lo que la genera, lo que le da sentido. Devuelve el misterio al amor y hazlo mediante la pureza. A través de ti la pureza se convierte en una respuesta al misterio «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios»; (Mi 5, 8). Tu sabes que la corrupción mayor del hombre es la impureza, de la que nacen el odio, los homicidios y las guerras.

Deseamos asumir nuestra responsabilidad con respecto a nuestro futuro y al futuro de la Iglesia y del mundo, en el umbral del tercer milenio, para estar capacitados a fin de transmitir a nuestros hijos la fe en Dios y el sentido de la vida.

Enséñanos a estar presentes en la Iglesia y en la vida social. Enséñanos a asumir la responsabilidad con respecto al destino del mundo y de nuestras patrias aquí en la tierra.

Madre de la Sabiduría, enséñanos a crear una cultura y una civilización que, basándose en las leyes de Dios, sepan servir al hombre. Enséñanos el espíritu de reconciliación y perdón. Haz que no escapemos ante las nuevas tareas. Toda la realidad contemporánea espera la evangelización plena. Deseamos ser, cada uno a su modo, misioneros de esta obra junto con Cristo, santificador y transformador de este mundo.

Guíanos hacia tu Hijo, reconcílianos con él, encomiéndanos a él y devuélvenos a él.

Amén.




sábado, 22 de diciembre de 2007

Enciclicas de S.S Benedicto XVI

Aunque no iré a misionar a Tenó, como hubiera querido, Dios por intermedio de la Santisima Virgen María, que a su vez por intermedio del Padre Samuel (Sacerdote de la parroquia a la que asisto regularmente). Encontraron que no estaba apto para misionar, algo que yo tambien sentí y que por ello me puse a leer el Evangelio, para poder trasmitir a la gente que iba a visitar la Buena Nueva de manera más "transparente", pongo entre comillas la palabra porque si hubiera ido, con dos meses de haberme convertido y de sentir que no sabía casi nada de mi fe, encontré y me lo ratifico y comunico el padre que no estaba 100% preparado para esto. Pero de esto se puede sacar que durante aquel periodo en la cual se va a realizar las misiones, estare espiritualmente presente, pero estaré analizando un libro del director de la Escuela de Teología de la PUC, que lleva por titulo Jesús. Y presentaré a un grupo de estudio que el padre va a crear con gente que este interesada en esto y otros temas a analizar más adelante. Y tambien, y se lo agradesco de corazón, me guiará para estudiar y prepararme para estar apto yo para misionar tanto en estas experiencias de vacaciones como en mi vida diaría. Y para ello me leeré estas dos enciclicas de SS. Benedicto XVI

Fuentes: wikipedia.org

Deus caritas est

El 25 de enero de 2006, publicó su primera encíclica, Deus Caritas Est. Tras una introducción donde mantiene que la expresión Dios es Amor es el corazón de la fe cristiana, desarrolla un texto con dos partes diferenciadas. En la primera se habla del amor en la creación de Dios y en la historia de la salvación, empezando por definir el concepto de amor, en esta parte entre otras cosas critica la reducción del amor al puro sexo con fines comerciales.No se ha de rechazar el amor erótico pero sí sanearlo para que alcance su verdadera grandeza. En la segunda parte se habla del ejercicio de la caridad por parte de la Iglesia, a la que llama comunidad de amor. La Iglesia no ha de quedarse al margen de la lucha por la justicia, pero no ha de hacer política, sino ofrecer un servicio de amor, que siempre será necesario.

Spe Salvi

El 30 de noviembre de 2007 se presentó su segunda encíclica, Spe Salvi, dedicada a la esperanza e inspirada en la carta de San Pablo a los Romanos. En ella afirma que la vida no acaba en el vacío sino que desemboca en el momento pleno de satisfacción, de sumergirse en el amor infinito, en la vida enterna en la que el tiempo ya no existe. Llama a la autocrítica al cristianismo y lo previene de la tentación del individualismo. Recuerda que la victoria de la razón sobre la irracionalidad es un objetivo de la fe cristiana, pero que la ciencia no redime al hombre, sino que el hombre es redimido por el amor. Advierte que un progreso basado en el mero materialismo es una amenaza y que la experiencia del marxismo nos ha mostrado claramente que un mundo sin libertad no es un mundo bueno. La libertad ha de estar orientada por una esperanza en medio del sufrimiento, el fracaso y las frustraciones de la existencia y de la historia. En ese sentido, el Juicio Final es un consuelo porque supone la revocación del sufrimiento y la respuesta al anhelo de justicia que ofrece un Dios que es a la vez Justicia y Amor

La Virgen María nos acompaña a la Navidad

Fuente: multimedios.org

23 de Diciembre de 2007

Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, La Virgen María nos acompaña a la Navidad

Quien más espera y anhela el nacimiento del bebé es, ordinariamente, la mamá, pues ella lo ha estado sintiendo crecer en su interior. Más todavía, el vínculo no es sólo físico, sino también afectivo y espiritual.

La Virgen María es la que más espera la Navidad, el Nacimiento de Cristo Jesús. Tras el “sí” que le hizo a Dios en el diálogo que tuvo con el Arcángel Gabriel, ella paulatinamente empezó a sentir dentro de su cuerpo cómo empezó a formarse el cuerpecito de Jesús.

Sabemos que María quedó embarazada sin participación de varón; pero la gestación de Jesús se realizó según el proceso natural. De modo que el óvulo fecundado por el Espíritu Santo, rápidamente se fue desarrollando en su multiplicación celular, hasta llegar a sentir María la presencia de un nuevo cuerpo humano dentro del suyo, con todas las emociones que esto significa para la mamá. José no hallaba qué actitud asumir ante el hecho, pensando dejar a María en secreto, hasta que Dios le avisa que no dude en aceptar a María y lo que ha sucedido en ella. José mismo tendrá parte en esta misión.

María había ofrecido a Dios su virginidad; ella no se imaginaba que Dios le aceptaría dicha ofrenda, pero también le regalaría la maternidad. ¡Y qué maternidad: ser la madre del Mesías, largamente esperado!. Así, María sintetiza y plenifica la esperanza del pueblo de Israel, anunciada por los profetas, el último de ellos Juan Bautista. Los diversos títulos con que la aclamamos en estos días, entran de lleno en el espíritu del Adviento: Inmaculada Concepción, Virgen de Juquila, Nuestra Señora de Guadalupe.

Oh María, llena de gracia, preservada de todo pecado desde el primer instante de tu concepción, abogada de gracia y ejemplo de santidad, intercede por nosotros ante tu Hijo, para que seamos santos e irreprochables a sus ojos, por el amor, acogiendo y celebrando el don de la vida humana, desde su concepción hasta su término natural.

Madre de Guadalupe, que desciendes al Tepeyac para entregarnos a tu Hijo, te nos das como Madre y nos acoges en tu regazo, recibe este pueblo tuyo y derrama todo tu amor, compasión, auxilio y defensa. Ayúdanos a escuchar a tu Hijo Cristo Jesús, a seguirlo como discípulos perseverantes y anunciarlo como ardorosos misioneros. Con tu intercesión, queremos profundizar en nuestra fe y buscar el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz.

María, Madre Buena, queremos caminar contigo y crecer en la esperanza que nos lleva a la Navidad, para celebrar gozosos el fruto bendito de tu vientre, Jesús.

+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán

sábado, 15 de diciembre de 2007

Allah, no es el Dios verdadero de la Biblia

Este es un articulo que leí recientemente en la página de fatima-apologetica.com, y que demuestra el error que estaba cometiendo al comparar a Dios con un dios falso como Allah, que fue una invención de Mohammed para poder acercarse a la verdad de la Buena Nueva de Cristo.
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La resurrección de Cristo tiene el carácter de un evento, cuya esencia es el paso de la muerte a la vida. Evento único que, como Paso (Pascua), fue inscrito en el contexto de las fiestas pascuales, durante las cuales los hijos y las hijas de Israel recordaban cada año el éxodo de Egipto, dando gracias por la liberación de la esclavitud y, por lo tanto, exaltando el poder de Dios-Señor que se había manifestado claramente en aquel “Paso” antiguo.
La resurrección de Cristo es el nuevo Paso, la nueva Pascua, que hay que interpretar a partir de la Pascua antigua, pues ésta era figura y anuncio de la misma. De hecho, así fue considerada en la comunidad cristiana, siguiendo la clave de lectura que ofrecieron los Apóstoles y los Evangelistas a los creyentes sobre la base de la palabra del mismo Jesús.

El Alá del Islam no es el Dios de la Biblia
A los europeos les gusta mofarse de la sobresaliente manifestación de la religión en la sociedad americana. Pero no reirán por mucho tiempo. Es un hecho bien documentado que la de-Cristianización de Europa en nombre de la «tolerancia» está conduciendo rápidamente el espiritualmente perezoso continente europeo a los brazos del Islam. Y ahora, en medio de la confusión teológica posmoderna que define a la Europa contemporánea, también los clérigos católicos están cautivados por la Islamomanía.
El más reciente espectáculo teológico del pos-Cristianismo viene a nosotros de los Países Bajos (de la fama de Ayaan Hirsi Ali), donde el obispo católico de Breda, Martinus ´Tiny´ Muskens, dice que él quisiera que los cristianos comenzaran a llamar a Dios «Alá» porque él cree que tal gesto promovería el «acercamiento entre el cristianismo y el Islamismo». Apareciendo en la televisión holandesa, el clérigo de 71 años dijo: «Alá es una palabra muy hermosa para Dios. ¿Por qué no decimos que de ahora en adelante llamaremos a Dios Alá? ... ¿Qué le importa a Dios cómo le llamemos?
Las mentes inquisitivas quieren saber: ¿Si el obispo realmente piensa que los nombres «Dios» y «Alá» son permutables, por qué él no pide que los musulmanes comiencen a llamar a Alá «Jehová», el nombre bíblico para Dios? Pero él no lo va a hacer, porque sabe que ellos no lo van a hacer.
De hecho, aunque el cristianismo, el judaísmo y el Islam son conocidas como religiones monoteístas, esto no implica que los cristianos, los judíos y los musulmanes rezan al mismo dios. Para los pre-posmodernos que creen que las palabras todavía significan algo, un repaso rápido a la arqueología, historia y teología - acompañado por una dosis de sentido común - puede contestar a la cuestión de si el Alá del Islam es realmente el Dios de la Biblia.
¿Qué dice la arqueología acerca de Alá?
Los musulmanes afirman que en épocas pre-Islámicas, «Alá» era el dios bíblico de los patriarcas, de los profetas y de los apóstoles. De hecho, la credibilidad del Islam como religión está basada en su afirmación de la continuidad histórica que tiene con el judaísmo y el cristianismo. No sorprende, entonces, que muchos musulmanes se pongan nerviosos cuando las afirmaciones del Islam se someten a la ciencia dura de la arqueología.
Porque la arqueología proporciona evidencia irrefutable de que Alá, lejos de ser el Dios bíblico de Abraham, Isaac y Jacob, era realmente el dios-luna pagano de tiempos pre-Islámicos. Sin embargo, es un hecho arqueológico comprobado que la adoración del dios-luna era la religión principal del antiguo Medio Oriente.
¿Pero cómo fue en la península Árabe, dónde Mohammed (570-632) lanzó el Islam? Durante los dos últimos siglos, arqueólogos prominentes han descubierto millares de inscripciones que prueban más allá de cualquier duda que la religión dominante de Arabia durante los tiempos de Mohammed era el culto al dios-luna.
De hecho, durante muchas generaciones antes de que Mohammed naciera, los árabes adoraban a unos 360 dioses paganos contenidos en un templo de piedra en la Meca llamado el Kabah. Según arqueólogos, la principal deidad de la Meca era el dios-luna llamado el al-ilah (que significa el dios o el ídolo), que fue acortado a Alá en épocas pre-Islámicas. Además, los árabes paganos habitualmente incluyen Alá en sus propios nombres: Por ejemplo, el padre de Mohammed (Abdallah), tenía Alá como parte de su nombre.
¿Qué dice la historia acerca de Alá?
Los historiadores dicen que los árabes pre-Islámicos adoraban al dios-luna postrándose hacia la Meca varias veces al día. También hacían un peregrinaje a la Meca, rodeaban el Kabah siete veces y lanzaban piedras contra el diablo. Además, ayunaban por un mes, que comenzaba con la aparición de la luna creciente y terminaba cuando esta reaparecía.
Estos mismos ritos forman la base del Islam hoy: Los musulmanes se postran hacia la Meca; hacen un peregrinaje a la Meca y rodean el Kabah siete veces; y todavía lanzan piedras contra el diablo. También observan el ayuno de Ramadán, que comienza y termina con la luna creciente.
Por otra parte, el símbolo antiguo del dios-luna pagano, la luna creciente, es el símbolo oficial del Islam; aparece en las banderas de países musulmanes, así como encima de las mezquitas en todo el mundo.
Los historiadores dicen que Mohammed, que como comerciante encontraba al judaísmo y al cristianismo durante sus visitas a diversas partes del Medio Oriente, intentó imitar esas creencias monoteístas, tomando a Alá, la deidad principal dentro del panteón árabe, para convertirla en el único dios. De hecho, la confesión básica del Islam no es que «Alá es grande» sino que «Alá es el mayor». Es decir, mayor que todos los otros ídolos.
Pero el Islam también copia otras tradiciones paganas. Por ejemplo, el cuento del viaje de la noche de Mohammed al cielo es paralelo a la historia Zoroastriana de Arta Viraf. El Zoroastrianismo también inspiró la creencia islámica que vírgenes con ojos oscuros esperan a cada hombre que entra al cielo. ¿Y el ritual islámico de rezar cinco veces al día? Eso, dicen los historiadores, se originó con los Sabeanos, sirios paganos que practicaron una mezcla ecuménica de la religión babilónica y helénica.
No sorprende, entonces, que algunos eruditos se refieren al Islam como monoteísmo pagano.
¿Qué dice la teología acerca de Alá?
Los musulmanes afirman que el Islam es una reformación del judaísmo y del cristianismo. Dicen que el Corán confirma la verdad de la Toráh y de los evangelios. Pero debido a que estos textos no coinciden con la creencia de Mohammed, acusan a judíos y a cristianos de cambiar y de torcer las versiones originales. Los musulmanes por lo tanto afirman que el Corán «clarifica» la Biblia.
Así esto fuera cierto, el Corán y la Biblia presentan diferentes conceptos sobre Dios (especialmente sobre su carácter) que están diametralmente tan opuestos, que cualquier observador razonable podría concluir que cada libro se refiere a una distinta deidad.
El Corán, por ejemplo, indica inequívocamente que Alá es una deidad impersonal que no se puede conocer. Por el contrario, el Dios de la Biblia se puede conocer y él desea una relación personal con los seres humanos. De hecho, la Biblia dice que Abraham (el mismo Abraham que los musulmanes dicen venerar) era el «amigo de Dios».
El Corán también retrata a Alá como deidad vengativa que odia a los pecadores y desea afligirlos. Pero la Biblia dice que Dios es amor.
Por otra parte, la Biblia enseña que Dios amó tanto a la humanidad que él vino a la tierra para pagar la deuda del pecado del hombre, y que ese acto de la gracia está disponible gratuitamente para cualquier persona que crea en Jesucristo como su salvador personal. Pero el Islam niega que Cristo fuera Dios o que él muriera para salvar a la humanidad. De hecho, Alá no proporciona ninguna manera para que el ser humano pueda reconciliarse con Dios.
Las diferencias teológicas aumentan sin cesar, tanto, que el Dios de la Biblia no puede de ninguna manera ser el Alá adorado en el Islam. A menos que, por supuesto, un obispo holandés diga lo contrario.
Alá y Eurabia
Mohammed pensó que los judíos y los cristianos de su tiempo lo recibirían como profeta. Pero la Biblia dice que cualquier nueva revelación debe coincidir con lo que ya esta establecido en la Escritura. Entonces, ellos rechazaron su Alá como un dios falso. Y Mohammed reaccionó poniendo su Islam en una guerra maniaca contra el judaísmo y el cristianismo que continúa hasta hoy.
El obispo holandés y otros aficionados al Islam piensan que pueden comprar una paz falsa con el Islam jugando juegos de palabra relativistas como parte de un diálogo «inter-fe». Pero los musulmanes entienden mucho mejor que los europeos pos-modernos que el apaciguamiento ecuménico es un síntoma de una civilización Judeo-Cristiana que esta débil y a punto de morir.
La ironía es que el peligro verdadero del Islam proviene no tanto de los musulmanes ordinarios, como de europeos espiritualmente enfermos que han derribado su herencia Judeo-Cristiana en busca del hedonismo secular. Porque como viven solamente por el momento, están dispuestos a someterse a cualquier cosa, incluyendo el Islam, mientras no interfiera con la búsqueda del placer de hoy.
Han pasado más de 50 años desde que el apologista cristiano C.S. Lewis advirtió por primera vez acerca de la sacudida desastrosa de la civilización occidental en el pos-Cristianismo. Pero también él podría estar sorprendido al ver cómo el Islam está llenando rápidamente el vacío religioso y cultural que es la Europa pos-Cristiana.
No es que los europeos no sepan. Es que les da igual.

martes, 6 de noviembre de 2007

María es Madre de Dios.

Primer dogma Mariano

"¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si Dios ya existía antes de que ella naciera?".
En el diccionario encontramos que "madre" es la mujer que engendra un hijo/hija. Se dice que es madre del que ella engendró. Si aceptamos que María es madre de Jesús y que El es Dios, entonces María es Madre de Dios.

María no fue madre del Hijo eternamente. Ella comienza a ser Madre de Dios cuando el Hijo Eterno se encarnó en sus entrañas. Dios, para hacerse hombre quiso tener madre. Gálatas 4,4: "al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer". Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios, por ende María es madre de Jesús, Dios y hombre verdadero.

Entonces, María es Madre de Dios, no porque haya engendrado a Dios en la eternidad sino porque lo engendro hace 2000 años. Negar que María es madre de Dios es negar la Encarnación del Hijo o negar que el Hijo es Dios.

Dios no necesitaba una madre pero la quiso tener para acercarse a nosotros con infinito amor. Dios es el único que pudo escoger a su madre y, para consternación de algunos y gozo de otros, escogió a la Santísima Virgen María quién es y será siempre la Madre de Dios.

Cuando la Virgen María visitó a su prima Isabel, esta, movida por el Espíritu Santo le llamó "Madre de mi Señor". El Señor a quien se refiere Isabel no puede ser otro sino Dios. (Cf. Lucas 1, 39-45).

La verdad de que María es Madre de Dios es parte de la fe de todos los cristianos ortodoxos (de doctrina recta). Fue proclamada dogmáticamente en el Concilio de Efeso en el año 431 y es el primer dogma Mariano.

En la catequesis que expresa S.S. Juan Pablo II (QEPD), nos dice:

1. La contemplación del misterio del nacimiento del Salvador ha impulsado al pueblo cristiano no sólo a dirigirse a la Virgen santísima como a la Madre de Jesús, sino también a reconocerla como Madre de Dios. Esa verdad fue profundizada y percibida, ya desde los primeros siglos de la era cristiana, como parte integrante del patrimonio de la fe de la Iglesia, hasta el punto de que fue proclamada solemnemente en el año 431 por el concilio de Éfeso.

En la primera comunidad cristiana, mientras crece entre los discípulos la conciencia de que Jesús es el Hijo de Dios, resulta cada vez más claro que María es la Theotokos, la Madre de Dios. Se trata de un título que no aparece explícitamente en los textos evangélicos, aunque en ellos se habla de la «Madre de Jesús» y se afirma que él es Dios (Jn 20, 28, cf. 5, 18, 10, 30. 33). Por lo demás, presentan a María como Madre del Emmanuel, que significa Dios con nosotros (cf. Mt 1, 22-23).

Ya en el siglo III, como se deduce de un antiguo testimonio escrito, los cristianos de Egipto se dirigían a María con esta oración: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios: no desoigas la oración de tus hijos necesitados; líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita» (Liturgia de las Horas). En este antiguo testimonio aparece por primera vez de forma explícita la expresión Theotokos, «Madre de Dios».

En la mitología pagana a menudo alguna diosa era presentada como madre de algún dios. Por ejemplo, Zeus, dios supremo, tenía por madre a la diosa Rea. Ese contexto facilitó, tal vez, en los cristianos el uso del título Theotokos, «Madre de Dios», para la madre de Jesús. Con todo, conviene notar que este título no existía, sino que fue creado por los cristianos para expresar una fe que no tenía nada que ver con la mitología pagana, la fe en la concepción virginal, en el seno de María, de Aquel que era desde siempre el Verbo eterno de Dios.

2. En el siglo IV, el termino Theotokos ya se usa con frecuencia tanto en Oriente como en Occidente. La piedad y la teología se refieren cada vez mas a menudo a ese termino, que ya había entrado a formar parte del patrimonio de fe de la Iglesia.

Por ello se comprende el gran movimiento de protesta que surgió en el siglo V cuando Nestorio puso en duda la legitimidad del título «Madre de Dios». En efecto, al pretender considerar a María sólo como madre del hombre Jesús, sostenía que sólo era correcta doctrinalmente la expresión «Madre de Cristo». Lo que indujo a Nestorio a ese error fue la dificultad que sentía para admitir la unidad de la persona de Cristo y su interpretación errónea de la distinción entre las dos naturalezas -divina y humana- presentes en él.

El concilio de Éfeso, en el año 431, condenó sus tesis y, al afirmar la subsistencia de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única persona del Hijo, proclamó a María Madre de Dios.

3. Las dificultades y las objeciones planteadas por Nestorio nos brindan la ocasión de hacer algunas reflexiones útiles para comprender e interpretar correctamente ese titulo. La expresión Theotokos, que literalmente significa «la que ha engendrado a Dios», a primera vista puede resultar sorprendente, pues suscita la pregunta: ¿cómo es posible que una criatura humana engendre a Dios? La respuesta de la fe de la Iglesia es clara: la maternidad divina de María se refiere solo a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios fue engendrado desde siempre por Dios Padre y es consustancial con él. Evidentemente, en esa generación eterna María no intervino para nada. Pero el Hijo de Dios, hace dos mil años, tomó nuestra naturaleza humana y entonces María lo concibió y lo dio a luz.

Así pues, al proclamar a María «Madre de Dios», la Iglesia desea afirmar que ella es la «Madre del Verbo encarnado, que es Dios». Su maternidad, por tanto, no atañe a toda la Trinidad, sino únicamente a la segunda Persona, al Hijo, que, al encarnarse, tomó de ella la naturaleza humana.

La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello, María al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona divina, es Madre de Dios.

4. Cuando proclama a María «Madre de Dios», la Iglesia profesa con una única expresión su fe en el Hijo y en la Madre. Esta unión aparece ya en el concilio de Éfeso; con la definición de la maternidad divina de María los padres querían poner de relieve su fe en la divinidad de Cristo. A pesar de las objeciones, antiguas y recientes, sobre la oportunidad de reconocer a María ese título, los cristianos de todos los tiempos, interpretando correctamente el significado de esa maternidad, la han convertido en expresión privilegiada de su fe en la divinidad de Cristo y de su amor a la Virgen.

En la Theotokos la Iglesia, por una parte, encuentra la garantía de la realidad de la Encarnación, porque, como afirma san Agustín, «si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la carne (...) y serían ficticias también las cicatrices de la resurrección» (Tract. in Ev. Ioannis, 8, 6¬7). Y, por otra, contempla con asombro y celebra con veneración la inmensa grandeza que confirió a María Aquel que quiso ser hijo suyo. La expresión «Madre de Dios» nos dirige al Verbo de Dios, que en la Encarnación asumió la humildad de la condición humana para elevar al hombre a la filiación divina. Pero ese título, a la luz de la sublime dignidad concedida a la Virgen de Nazaret, proclama también la nobleza de la mujer y su altísima vocación. En efecto, Dios trata a María como persona libre y responsable y no realiza la encarnación de su Hijo sino después de haber obtenido su consentimiento.

Siguiendo el ejemplo de los antiguos cristianos de Egipto, los fieles se encomiendan a Aquella que, siendo Madre de Dios, puede obtener de su Hijo divino las gracias de la liberación de los peligros y de la salvación eterna.


Fuente: corazones.org

domingo, 28 de octubre de 2007

Dulce Nombre de María


Fuente: corazones.org
Fiesta: 12 de Septiembre

Origen de la fiesta: Victoria en la batalla de Viena, 1683>>

Jesús Marí Ballester

Ha sido Lucas en su evangelio quien nos ha dicho el nombre de la doncella que va a ser la Madre de Dios: "Y su nombre era María". El nombre de María, traducido del hebreo "Miriam", significa, Doncella, Señora, Princesa.

Estrella del Mar, feliz Puerta del cielo, como canta el himno Ave maris stella. El nombre de María está relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética con María. También tiene relación con "mirra", que proviene de un idioma semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.

En el Cantar de los Cantares, el esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la mirra. "Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la mirra". "He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado: mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla de la cerradura". Los Magos regalan mirra a María como ofrenda de adoración. "Y entrando a la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra". La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy común en Israel. Y que para los filólogos significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.


EL NOMBRE Y LA MISION

En la Historia de la Salvación es Dios quien impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión importante. A Simón, Jesús le dice: "Tú te llamas Simón. En adelante te llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia". María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo, no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.