jueves, 6 de marzo de 2008

El Sacramento de la Eucaristía, Parte I

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“Quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y yo en él” (Juan 6,56)

 

 

 

 

 

 

Hoy fui a la casa de mi mejor amiga a verla y compartir con ella durante el día y al final nos pusimos a conversar sobre la iglesia y las misas. Yo se que ella no esta todavía en plenitud de corazón y alma a aceptar a Cristo Jesús dentro de ella como yo quisiera, pero es algo paulatino, yo sé que derrepente se va a convertir al 100% pero ahora como dice Jesús le entregó el mensaje, y como decía él;

"Por eso les hablo por parábolas: porque miran no ven, y cuando oyen, no escuchan, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
Oirán, pero no entenderán, y, por más que miren, no verán.

Porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y taponado sus oídos. Con el fin de no ver, ni de oír, ni de comprender con el corazón. No quieren convertirse ni que yo los salve"(Mt 13, 13-15)

Hay dos frases que explican el alejamiento de la gente del verdadero camino de Cristo Jesús. Una es "Porque este pueblo ha endurecido su corazón". En estos tiempos los corazones de todo el mundo se convirtieron en piedra, la confianza es muy poca para no decir que no hay confianza. La verdadera amistad es muy rara y el amor a Dios y a su Hijo es muy egoísta, porque quieren que Dios dé pero ellos no dan.

Y la otra "No quieren convertirse ni que yo los salve" porque no quieren seguir "reglas" no quieren someterse al Padre Eterno y buscan destruir la Esposa de Cristo, la Iglesia.

Volviendo a nuestro tema, se estarán preguntando ¿Qué tiene que ver la Eucaristía con lo que he dicho anteriormente? Mucho, porque este es el sacramento que nos une con Cristo, es el Banquete del Señor, donde escuchamos la palabra de él y por medio del sacerdote que es inspirado por el Espíritu Santo, nos ayudan a entender lo que dijo y a incorporarlo a nuestro corazón y alma, para amar aún más a nuestro Salvador.

La Eucaristia, nos lo dijo muy claro en aquel discurso de Cafarnaum, donde prometió dejarnos su cuerpo como alimento:
“Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el Pan que yo le daré es mi Carne para la vida del mundo” (Juan 6,51)
“Quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en mí y yo en él” (Juan 6,56)

En el Cenáculo, aquel memorable Jueves Santo, instituye este maravilloso misterio de quedarse hecho pan; “Tomo pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomad y Comed esto es mi Cuerpo...”y tomando el cáliz: “Bebed todos de él pues esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por todos para la remisión de los pecados”(Mateo, 26, 26-28)

Lo creemos porque el mismo Jesús lo dejó claro. Así lo dice un antiguo escritor cristiano, San Cirilo de Jerusalén: “Puesto que el mismo Cristo anunció y dijo del pan: esto es mi Cuerpo, ¿Quién se atreve a dudar?”. Y así lo han creído todos los fieles desde la época apostólica hasta nuestros días, como bien lo recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1374: “Jesucristo está verdadera, real y substancialmente con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad”

Alguien podría decir: nada veo en la Eucaristía, ni nada siento. Y, le podríamos responder: cuando el cielo está nublado, no veo el sol, ¿señal de que no existe?. O, no siento que la tierra está girando, ¿señal de que está parada?

La Eucaristía es un misterio de Amor que sólo parece imposible a aquel que no cree que Jesucristo es Dios, Creador y Señor omnipotente del universo.

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